La discapacidad como imaginario

AutorBernardo Vázquez
Páginas49-61
Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos
y hasta besan al leproso, pero ¿se casarían con el leproso?
Un instante de inmersión en lo bajo y en lo oscuro,
sí, de eso son capaces,
pero luego viene la vocecita que acompaña
a los jovencitos como ustedes:
¿Podrías hacer un chiste con todo esto, no?
Y sí, aquí en el Pirovano hay almas que NO SABEN
por qué recibieron la visita de las desgracias.
Pretenden explicaciones lógicas los pobres pobrecitos,
quieren que la sala –verdadera pocilga– esté muy limpia,
porque la roña les da terror, y el desorden,
y la soledad de los días habitados por antiguos fantasmas
emigrantes de las maravillosas
e ilícitas pasiones de la infancia.
Oh, he besado tantas pijas para encontrarme de repente
en una sala llena de carne de prisión donde las mujeres vienen
y van hablando de la mejoría.
Pero, ¿qué cosa curar?
Y ¿por dónde empezar a curar?
Es verdad que la psicoterapia en su forma exclusivamente
verbal es casi tan bella como el suicidio.
Se habla.
Se amuebla el escenario vacío del silencio.
O, si hay silencio, este se vuelve mensaje.
–¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman pensar.
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LA DISCAPACIDAD
COMO IMAGINARIO
Bernardo Vázquez*
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