La gestión del agua potable en la ciudad de guayaquil. Un estudio de caso
Autor | Andrés Martínez-Moscoso |
Páginas | 215-258 |
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LA GESTIÓN DEL AGUA POTABLE EN LA CIUDAD DE GUAYAQUIL. UN ESTUDIO DE CASO
1 El caso de la ciudad de Guayaquil
1.1 La historia del agua en Guayaquil.
En lo que se reere al suministro de agua potable, es necesario advertir que
durante el siglo XVIII, la población guayaquileña no superaba las 6.500 per-
sonas, con lo cual bastaba el abastecimiento a través de los pozos de agua
ubicados al pie del Cerro Santa Ana, y cuando la demanda se incrementó,
se optó por utilizar el agua del río Daule (Swyngedouw & Bovarnick,1994),
quienes citan al historiador guayaquileño, Víctor Emilio Estada, el cual re-
cuerda que quien se encargaba de transportar el agua en aquella época eran
los “indios aguateros1”, y que poco a poco se fue convirtiendo en un negocio
rentable, por lo cual, blancos y mestizos se ocuparon de regularlo para evitar
especulaciones, pese a ello el agua entre más pura, era más costosa, con lo
1. Aguatero o aguador: Persona que tiene por ocio llevar o vender agua (RAE, 2014).
“La situación de Guayaquil es demasiado agradable y dichosa,
y tal que algún día será una nueva Tiro o Albión,
por la extensión y la riqueza de su comercio.
La naturaleza ha hecho todo por su feliz posición,
el río de Guayaquil,... etcétera”.
Abel Victorino Brandin (1826)
:
1 1.1 1.2
1.3 : -
2 :
2.1
: 2.2 2.3
3 4 -
( ),
5 -
5.1
6 6.1
6.2 6.3 6.4
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ANDRÉS MARTÍNEZ MOSCOSO
cual se generó una verdadera estraticación frente al agua, ya que los pobres
no podían costearse agua de calidad.
Esta situación antes descrita, que con el tiempo en lugar de mermar, se
incrementó debido a los intensos procesos de urbanización gracias al elevado
poder adquisitivo de la población guayaquileña debido al boom agroexporta-
dor, en particular del cacao. Con lo cual las élites urbanas exigieron mejores
servicios, creciendo de manera desigual la ciudad, pues pese a la ingente can-
tidad de recursos que se invirtieron en obra pública (saneamiento, transporte
e infraestructura), ésta fue canalizada sobre todo a satisfacer las necesidades
de la creciente clase media y alta2, quienes se encontraban altamente inuen-
ciados por la cultura europea.
Es pues a nales del siglo XIX, cuando se intentó crear la primera
compañía de Agua Potable (1880), y sin embargo fracasó debido al poco
apoyo que tuvo por parte de los inversionistas. Sin embargo, en 1892 se
inauguró el primer reservorio en el Cerro del Carmen, el cual dotaba de
servicio a través de una red pública a más de 150 domicilios. (Swyngedouw
& Bovarnick, 1994). Esto demuestra que el problema de la ciudad que se
agravó en las últimas décadas del siglo XX, no fue precisamente técnico,
pues ya desde el siglo pasado a través de visionarios guayaquileños y técnicos
europeos, se pudo desarrollar un sistema de agua y saneamiento, bastante
aceptable, que incluso a inicio del siglo XX superó la cobertura de algunas
ciudades europeas.
En este sentido, como lo recoge Eduardo Kingman (2006), Guaya-
quil desde nales del siglo XIX, era una urbe de gran importancia, incluso
más que Quito, puesto que contaba con mejores servicios, lo cual es conr-
mado en la obra de Teodoro Wolf (1892), que Kingman (2006, p. 147) cita:
“Guayaquil… es sin duda alguna la principal y más importante ciudad del
país, bajo todo respecto. Quito le aventaja sólo por ser capital de la República
y residencia del Supremo Gobierno… El cambio y mejoramiento de Gua-
yaquil es tan considerable, que el que ha visto la ciudad unos 25 años atrás,
hoy a su regreso, apenas la conocerá. Es una gran ciudad en formación, y será
2. Swyngedouw & Bovarnick, (1994, 33) citan a Rojas y Villavicencio, 1988, al señalar que
en ese entonces en Guayaquil: “…las obras públicas responden a dos demandas diferen-
ciadas: la una, que priorizaba el saneamiento de la ciudad (agua potable, canalización,
relleno, etc.); y la otra, que exigía el embellecimiento y ornato del puerto con miras a la
celebración del Centenario de la Independencia”.
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dentro de poco, especialmente concluidas algún día las obras de canalización
y agua potable, una de las mejores de Sudamérica”.
Sin embargo, el problema se agravó con el crecimiento desordenado
de la urbe debido a la falta de control por parte del Municipio, así como a la
irrupción nuevamente de los proveedores privados quienes no les interesa-
ba abandonar su monopolio en las zonas menos favorecidas. Situación que
ocasionó, lo que hoy podría llamarse un problema de “estrés hídrico”, pues
la demanda por parte de la población superaba el agua producida en planta.
Fue así como durante muchos años se planicaron ampliaciones del
servicio, a través de consultorías de empresas extranjeras especializadas (in-
glesas), sin embargo, por falta de recursos y decisión política no llegaron a
desarrollarse las nuevas infraestructuras, con lo cual la calidad del servicio
disminuyó considerablemente. Hasta que décadas más tarde, con un nuevo
boom agroexportador, esta vez con el banano, el Estado central nanció es-
tudios y construcción de nuevos reservorios y líneas de conducción, coinci-
diendo que en donde se construía el reservorio, se asentaron inmediatamente
los barrios residenciales de clase media y alta.
Sin embargo, a la par crecieron muchos barrios marginales sin ser-
vicios públicos, y dependientes de expendedores privados de agua a través
de botellones o carros repartidores (tanqueros). Y dada las constantes crisis
económicas por las cuales atravesó el Ecuador durante el siglo XX, el Estado
central poco a poco se fue quedando sin recursos para cubrir esa importante
brecha que quedaba respecto a la prestación del servicio, mientras que la
migración del campo hacia la ciudad se incrementaba, véase así lo ocurrido
durante la crisis del cacao en la que se produce un gran éxodo rural-urbano
con el consecuente asentamiento en zonas periféricas y marginales.
En el último momento vivido previo al regreso a la democracia
(1978), se dio un gran impulso a la construcción de infraestructuras debi-
do a que el Ecuador se convirtió en un país exportador de petróleo, con el
consecuente ingreso de petrodólares que coadyuvaron para la expansión de
algunos servicios básicos. Sin embargo, después de la bonanza, vino un largo
período de recesión que frenó el desarrollo de los proyectos planicados,
así como la puesta en marcha de otros que se encontraban en construcción,
ya que usualmente este tipo de infraestructuras requieren gran cantidad de
dinero debido a su costo, no pudiendo cubrirse normalmente con recursos
propios sino que es necesario el endeudamiento con instituciones crediticias
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