La importancia y el real significado del consenso

AutorJorfe H. Zalles
Páginas43-50
LA
MPORTANCJA
Y
EL
Jorje
H.
Zalles
La
importancia
y
el
real
significado
del
consenso
Para que puedan
darse
consensos
reales,
se
requieren
actitudes
particu
lares
de
cuatro
tipos:
hacia
el ‘otro’,
hacia
la
relación
con
el
‘otro’,
hacia
la
posibilidad
de
que
otros
tengan
criterios,
valores,
opiniones
y
aspiraciones
diferentes
de
las
propias,
y
hacia
la
importancia
o
la
necesidad
de
que
se
satisfagan
las
propias
aspiraciones.
Introducción
El
presente
artículo
explora
algunos
aspectos
impor
tantes
del
concepto
‘consenso’.
Comienza
con
una
explo
ración
de
la
particular
importancia
del
mismo
desde
la
perspectiva
global,
la
local,
al
interior
de
las
muchas
so
ciedades que
en
este
artículo
son
calificadas
de
‘disfun
cionales’,
y
la
específicamente
ecuatoriana. Desde
esta
última
perspectiva,
se
exploran
dos
casos
—el
del
poten
cial
Tratado
de
Libre Comercio
con
Estados
Unidos
y
el
de
los
recientes
esfuerzos
por instrumentar
una
reforma
política-
que
ilustran
algunas
de
las
serias
dificultades
contra
las
cuales
pueden
estrellarse
los
intentos
por
insti
tuir
procesos
de
diálogo
y
de
construcción
de
consensos.
Se
presentan
a
continuación
algunas reflexiones
acer
ca
del
consenso:
se
exploran
varias
posibles maneras
de
entenderlo,
aquella
que
se
propone
como
la
más
conve
niente,
la
muy
importante
diferencia
entre
decisiones
to
madas
por votación
y
aquellas
tomadas
por
consenso
y
la
esencia
sicológica
del
consenso.
Finalmente,
se
presentan
algunas
reflexiones
sobre
el
desafío
que
representa
tratar
de
llegar
a
que
los
conflictos internos
de
las
sociedades
humanas
sean
resueltos,
de
manera sistemática
y
habi
tual,
por
la
vía
del
diálogo
y
del
consenso.
II.
Particular
importancia
del
consenso
1.
La
perspectiva
global
Las
sociedades
y
los
grupos
humanos
han
tendido
siempre
a
dividirse
en
facciones
que,
salvo
posibles
y
honrosas
excepciones,
han
buscado
triunfar
la
una
sobre
la
otra
antes
que
conciliar
sus
diferencias.
La
lectura
de
la
historia
de
cualquier
pueblo,
en
cualquier
época, revela
evidencias
de
intensas,
sangrientas
y
destructivas
luchas
intestinas,
producto
de
la
gran
dificultad
—sino
de
la
inha
bilidad-
de
miembros
de
una
misma sociedad para
identi
ficar
no
solo los
puntos
de
controversia
entre ellos
sino,
también,
las
creencias
y
los
valores,
las
interdependen
cias,
los
afectos
y
los
intereses
que tienen
en
común,
so
bre
base
de
los
cuales
pudiesen
haber
construido
acuer
dos que,
en
vez
de
llevarles
a
la
destrucción
mutua,
ha
brían
viabilizado
el
funcionamiento
annónico
del
grupo.
Algunos
de
los
más
connotados
ejemplos
derivaron
en
procesos
de
explosión
social que
hemos
denominado
his
tóricamente
“revoluciones”:
entre
otras,
la
Francesa
de
1789,
la
Mexicana
de
1910, la
Rusa
de
1917.
Otras
con
frontaciones
más
prolongadas,
que
involucraron
la
poten
cial
disolución
de
estados-naciones,
han
sido
denomina
das
“guerras
civiles”:
la
de
Estados Unidos,
de
1861
1865,
la
Española
de
1933-1936.
Queda para
otro
ámbito
y
momento
la
interesante exploración
de
cuáles
son
las
características distintivas
de
uno
y
otro
tipo
de
proceso
que
justifican
el
uno
o
el
otro
apelativo.
Para
los
efectos
de
este
artículo,
lo
importante
no
radica
en
las
diferencias
entre ambos,
sino
en
el
hecho
que,
en
ambos casos,
miembros
de
una
misma sociedad,
unidos
por
lazos
de
sangre, idioma,
creencias,
tradiciones
e
instituciones
co
munes,
se
dejaron
arrastrar
a
la
confrontación
violenta
y
mutuamente destructiva
por
sus
diferencias respecto
de
uno
o
más
temas
de
creencia,
de
política
social
o
de
rela
cionamiento
entre
sub-grupos.
Las sociedades
contemporáneas
no
son, en
ese
senti
do,
diferentes
de
las
de
épocas anteriores.
Hoy,
como
ayer,
la
confrontación
entre
facciones
de
una
misma
sociedad
es
muy
grande,
en
muchas sociedades
en
el
mundo.
En
algu
nos
casos,
esas
confrontaciones
internas
se
dan
con
altísi
mos
niveles
de
violencia -Colombia,
Irak,
Irlanda
del
Nor
te,
Ruanda,
Sierra
Leona,
Sri
Lanka,
Sudán
-
y
en
muchos
otros,
aunque
con
menores
niveles
de
violencia,
con muy
altos
grados
de
confrontación
basada
en
visiones suma
ce
ro
1
que
tornan
difícil
y,
tal
parece
a
veces,
imposible,
la
to
ma
de
decisiones
sociales
consensuadas.
En
el
mundo
contemporáneo
están
presentes,
además,
por
lo
menos
dos
circunstancias
que
hacen
una
funda-
43

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