La Constitución del ?38: ¿realidad o ficción?

AutorPatricio Quevedo Terán
Páginas60-55
SECCIÓN
LiBRE
La
Constitución
del
‘38:
¿realidad
o
ficción?
Patricio
Quevedo Terán
Uno
de
los
períodos
políticos
más
accidentados
del
Ecuador
terminó
con
la
expedición
de
la Constitución
de
1938.
Se
reaviva la
polémica
acerca
de
su
vigencia,
con
una
detallada
crónici
histórica
de
los
su
cesos
de
la
convulsionada
época.
Es
posible
que
una
de
las
jornadas
políticas
más
lar
gas
que
registre
el
Ecuador, haya
sido
la
que
corrió
des
de
la
mañana
del
uno
de
diciembre
de
1938
hasta
la
ma
drugada
del
día
siguiente,
pero
de
lo
que
no
cabe
duda
:
alguna
es
que
constituyó
la
más rica
en
acontecimientos
:
perturbadores. Durante
esas
dramáticas
horas
renunció
:
el
presidente
interino Borrero; buscó
febrilmente
la
Asamblea
Nacional
un
reemplazo;
entre
los
ajetreos
po
líticos,
procuró
completar
la
aprobación
de
la
nueva
Constitución;
modificó
su
reglamento; registró
el
aban
dono
de
la
tercera
parte
de
sus
integrantes;
eligió
a
un
presidente
calificado
de
constitucional;
se
posesionó
és
te
e
inició
el
desempeño
de
sus
funciones. Nada
menos!
Vistos
los
hechos desde
la
perspectiva
de
ahora,
pa
rece
claro
que
la
jornada
marcó
el
arranque
de
la
etapa
final
en
el
predominio
del
Liberalismo
partidista;
signi
ficó
también
el
auge
más notorio
y
el
discreto anuncio
de
la
caída
final
del
doctor
Carlos
Arroyo
del
Río,
uno
de
los
personajes
sin
los
cuales
no
se
entiende
al
Ecuador
contemporáneo
pero,
desde
una
consideración fríamente
jurídica,
nada
le
distingue
tanto
a
la
vertiginosa
jornada,
como
la
circunstancia
de
que
dejó
planteado
el
más
apa
sionante debate
que
consigna
el
Derecho
Constitucional
de
nuestro
país.
Efectivamente, nada
tiene
de
raro
que
los
especialis
tas
discutan
sobre
las
bondades
y
las
debilidades
de
una
Carta
Política,
que
discutan
sobre
el
acierto
o
la
equivo
cación
de
cualquier
modalidad
estructural
-unicameralis
mo
o
el
bicamerismo
legislativo,
para
decir
un
ejemplo-
pero
que
el
debate
se
proponga alrededor
del
número
de
Constituciones
que
haya
tenido
el
país,
es
algo
ya
bas
tante
fuera
de
lo
común
y,
si
la
controversia
se
ubica
so
bre
la
existencia
o
la
inexistencia
de
una
Carta,
entonces
debe
admitirse
que
resulta
ya
francamente
singular.
Y
estos
dos
últimos
son
precisamente,
los
enigmas
que
se
plantean
a
propósito
de
los
sucesos iniciales
de
di
ciembre
del
38.
Reconozcamos
por supuesto,
que
la
pre
gunta
en
torno
al
número
de
Constituciones
que
ha
teni
do
el
Ecuador,
supera
al
solo
drama
de
hace
61
años.
Ca-
si
nunca
se
ha
intentado aclarar cuestiones
tan
comple
jas
como
el
sentido
de
la
Constitución
de
1812,
llamada
Constitución
Quiteña,
en
plenos albores
de
la
lucha
in
dependentista;
la
efectiva
vigencia
de
la
Constitución
grancolombiana
de
Cúcuta,
respecto
del
actual
Ecuador;
la
del
documento aprobado
por
el
Congreso Admirable
de 1830,
mientras
se
rompían
ya
las
amarras
del
Distrito
del
Sur;
(1)
el
alcance
de
las
normas
que
expidieron
los
Gobiernos
rivales
durante
el
trágico
bienio
de
1859-60
o,
que
para decirlo
con
mucha
mayor
cercanía,
el
criterio
que
debe
sustentarse
acerca
de
las
normas
constituciona
les
vigentes:
significan
solo
una
reforma
a
la
Carta
del
1979
o
representan
un
cuerpo autónomo,
que
debe
ser
contado
de
manera
independiente.
LA
DÉCADA
CONVULSA
Pero
en
cambio,
la
propia
y
decisiva pregunta
en
tor
no
de
la
existencia
jurídica
de
la
Constitución
del
38,
o
la
carencia
de
ella,
deriva
ostensiblemente
de
lo
que
ocu
rrió
durante
las
cargadas
horas
iniciales
de
diciembre
de
ese
alío.
A
su
vez
lo
que
entonces
tuvo
lugar, solo
alcanza
cierta comprensión,
si se
lo
examina
como
la
punta
del
‘iceberg’
-
para
usar
de
la
socorrida
comparación
-
cu
yos
niveles
inferiores
se
hundieran
entre
las
turbulencias
de
toda
la
década
del
treinta.
Es
bastante
bien
conocida
la
evidencia
de
que
esa
cada
resultó
la
más
convulsionada
de
toda
la
experiencia
republicana
del
Ecuador.
Así
lo
prueban
las
desgracias
de
la
exportación,
la
Guerra
de
los
Cuatro
Días
y
la
ba
talla
de
las
cuatro
horas,
el
sorprendente número
de
Je
fes
de
Estado
y
el
clima
de
ansiedad
política
que
se
ha
bía
tomado
la
cotidiana
tónica
de
esos
tiempos.
Próximo
ya
a
cumplir
dos
años
de
ejercicio
dictato
rial,
el
ingeniero Federico
Páez
(2)
reunió
a
una
Asam
blea
Constituyente
pero,
los
trabajos
dirigidos
a
redactar
una
Carta
que
sustituyera
a
la
del
29
,
oficialmente
muerta
cuando
el
doctor
Antonio
Pons
entregó
el
poder
en
manos
de
los
militares
el
último trimestre
del
35,
fue
ron
abruptamente
interrumpidos
por
el
propio Ministro

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