¿Y si las estrellas se aparecieran solo una vez?

AutorRamiro Díez y el ajedrez
Páginas77-77
77
AJEDREZ
¿Y SI LAS ESTRELLAS APARECIERAN
SOLO UNA VEZ…?
Es bueno jugar con la fantasía, precisamente, para
descubrir la realidad. Y no es un juego de palabras.
Viajar con nuestra mente al mundo del “Y si sucediera
tal cosa…” es un boleto muy barato, casi siempre no
cuesta nada y nos reporta experiencias que no alcan-
zamos a imaginar.
Alguien propuso esta travesura: Las estrellas, esas
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alguna razón a partir hoy ya no saldrían cada noche,
sino una sola vez, una sola noche en cien años.
En teoría, que las estrellas aparecieran o no, no nos
afectarían para nada. Pero en el futuro, nuestros lejanos
nietos, contarían que nosotros, sus olvidados y también
lejanos abuelos, alguna vez conocimos las estrellas.
Cuando se estuviera acercando esa noche, nadie
pensaría en nada distinto. Todas las conversaciones,
en cualquier lugar, solo tendrían ese tema. Y ese día,
seguro, nadie trabajaría porque todo el mundo estaría
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Y al oscurecer, muchos estarían de rodillas, a la espera
del prodigio. Y con la primera lucecita titilante en algún
lugar del cielo, se escucharía una mezcla llena de gritos
de euforia y de oraciones de gratitud. Y nadie dormiría
aquella noche, y seguirían hablando del mismo tema,
mucho tiempo después.
Si las estrellas aparecieran una vez cada cien años, los
seres humanos nos dividiríamos en dos: los que estu-
vieron de testigos y vieron el prodigio, y los que nunca
habían vivido o vivirían la experiencia. Los testigos afor-
tunados, en el futuro narrarían a sus hijos y a sus nietos
cómo eran las estrellas.
Todo eso sucedería, si las estrellas aparecieran una sola
vez cada cien años. Pero como las tenemos ahí, cada
noche, ya no pensamos en el milagro y somos indife-
rentes al más grande espectáculo que puede brindar-
nos el universo, con la oscuridad de la noche como
telón de fondo. Y ni siquiera pensamos que los elemen-
tos que nos permiten la vida - ¡hasta el hierro, que da
el color rojo a nuestra sangre! —viene de estrellas que
murieron para que nosotros pudiéramos existir.
y el ajedrez
Ramiro Díez
Y así sucede con cada milagro: con la hoja de hierba, con el
canto del pájaro, con los colores que vemos, con el abrazo
de un amigo. Igual que con las estrellas: nos acostumbra-
mos al prodigio, a la maravilla, y ya somos indiferentes y ol-
vidamos que requerimos ojos sensibles, para seguir viendo
el prodigio.
También en ajedrez, saber ver marca la diferencia. Acá el
negro deslumbra con su dama, como si fuera la única es-
trella de la noche. Y el que se pone de rodillas, pero no de
alegría, es el rey blanco.
1) Df5 a f3, y amen aza mate en una.
2) El blanco r esponde co n la única: toma p eón de g2 por
dama neg ra.
3) Enseguida , el caballo neg ro de la casill a e5 toma peón
blanco y da jaq ue.
4) El rey bla nco mueve a l a casilla 1h y el n egro respon de
con su alf il de la casil la d7 a la casill a h3. El mate será en
la sigu iente, en la cas illa g2.

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