Foucault y la nueva filosofía del poder

AutorJorge Luis Gómez
Páginas121-125
FOUCAULT
Y
LA
NUEVA
FILOSOFÍA
DEL
PODER
121
Jorge
Luis
Gómez
R.
Foucault
y
la
nueva
filosofía
del
poder
No
hay
libro que
se
parezca
más
a
la
Genealogía
de
la
moral
de
Nietzsche, que
Vigilar
y
castigar
de
Michel
Fou
cault.
Además
de
los
testimonios
que
el
mismo
Foucault
nos
brinda
con
respecto
a
esta evidente
continuidad temática
en
tre
una
y
otra
obra,
con
la
idea
de
una
Genealogía
del
alma
moderna,
su
autor parece
sugerirnos
no
solo
la
necesidad
de
rendir
tributo
al
engarce
y
vertebración
de
los
fenómenos
epocales
entre
como
a
sus
rupturas,
imantaciones
e
infil
traciones,
sino
también
a
considerar
el
verdadero
rol
de
sus
positividades,
vale
decir,
cierto
grado
de
objetividad
que
termina
por
divorciarse
de
la
vida
al
provocar
la
articulación
de
todo
lo
real
en
un
efecto de
conjunto.
Vistos
y
expuestos
estos
propósitos
que
indudablemente
merecen nuestra
atención, entre
la
genealogía nietzscheana
y
la
teoría
del
poder
de
Foucault
existen muchas
más
rela
ciones, además
de
las
vinculaciones
temáticas
ya
menciona
das,
que
difieren
entre
a
tal
punto
de
volverse
tremenda
mente
valioso
el
partir
por
observarlas
para
intentar
pensar
sus
lugares comunes.
Comencemos
por
algunas
de
ellas:
La
genealogía
de
Nietzsche
es
escandalosa
e
irreverente
por
cuanto
desen
mascara
el
verdadero
origen
de
la
moral,
oponiéndose
al
ca
rácter
absoluto
de
sus
principios mediante
la
afirmación
de
su
verdadera procedencia.
En
Vigilar
y
castigar
Foucault
denuncia
la
verdadera
causa
de
la
prisión
en
la
que vive
el
alma moderna,
mostrándonos
cómo
se
ha
configurado
el
poder
de
castigar,
bajo
qué
condiciones específicas
ha
deve
nido hasta
hoy
un
lugar omnisciente
y
omnipotente,
y
hasta
qué
punto
su
identificación
con
ese
aire
de
excentricidad
y
mascarada,
con
esa
apariencia
de
sistematicidad
e
inconse
cuencia,
con
ese
poder
de
impacto que
sobreviene
luego
del
primer
encuentro,
no
es
más
que
el
testimonio
de
su
total
vacuidad.
Como decimos,
ambas
interpretaciones
cargadas
de
esa
violencia
que
fuera
de
representar
el
coraje
con
el
que
sus
autores
parecen hacer
manifiesta
su
inconformidad
ysu
irreverencia,
representan
el
distanciamiento
que debe
expe
rimentar
todo
genealogista
de
vocación,
puesto
que
sin
él,
la
interpretación
no
llegaría
a
la
superación
de
misma,
vale
decir,
a
la
negación
de
su
procedencia
en
un
más
allá
de
misma.
No
obstante,
este
rasgo
de
la
violencia
hermenéutica
que
identifica
a
ambas
obras
en
cuestión,
la
genealogía
nietzs
cheana
al
situar
la
esencia
del
poder
en
el
centro
de
la
refle
xión,
parece
asentarse
en
algo
más
que
en
una
mera
crítica
hermenéutica.
Con
el
postulado
de
la
vida
como
voluntad
de
poder, la
genealogía
de
Nietzsche
parece
instalarse
en
un
lugar
que
está
ausente
en
la
genealogía foucaultiana,
por
cuanto
ésta
o
no
distingue
la
corrección
del
mundo
como
vis
configura
dora
de
la
infinita
sed
de
acrecentamiento
que
representa
la
vida.
La teoría
del
poder,
frente
a
la
genealogía
de
la
moral,
parece
ser más
crítica
hermenéutica
que
violencia
interpre
tativa,
debido
a
que
la
hermenéutica
del
poder
al
alimentar-
se
de
los
mecanismos
configuradores
de
las
épocas
(Época
Clásica,
Transición
y
Modernidad),
sus
continuidades
y
dis
continuidades, vertebraciones
y
articulaciones,
da,
por
esto,
más
relevancia
al
encuentro
y
desencuentro
entre
ellas,
y
menos
importancia
al
principio
configurador
en
cuanto
tal.
En
este sentido,
la
hermenéutica
foucaultiana
al
reducir
sus
análisis
a
la
configuración
de
una
complejidad,
o
mejor,
a
la
articulación
de varios
horizontes discursivos,
es
rica
en
fle
xibilidad
como
es
enormemente
rica
en
su
poder
de
impac
to
y
seducción
hermenéutico, precisamente,
con
la
misma
versatilidad
con
la
que
no
se
permite identificación
alguna
con
un
sujeto,
causa
o
idea.
Por
consiguiente,
el
principio
configurador
como
tal
queda reducido
con
Foucault
a
un
puro
poder
de
enebra
miento,
más que
a
desencubrir
su
poder
configurador,
sin
una
verdadera
articulación
a
un
orden
de
complejidad
en
el
cual
encontremos
su
verdad
última
.
Sin
la
idea
de
la
vida
como protagonista,
sin
esa
cercanía
al
darwinismo
fisiológi
co
del
que
no
por
mera ósmosis
científica
el
autor
del
Zara
tustra
hizo
uno
de
sus
baluartes;
sin
esa
reflexión
sobre
la
vida,
la
genealogía
de
Nietzsche
carecería
de
esa
ley
inter
na
que
unas
veces
da
sistematicidad
a
su
filosofía
y
otras
la
despedaza
en
miles
de
retazos
de
crítica histórica, cuando
no
se
hace
manifiesta
y
sucumbe
a
los
poderes misteriosos
del
ocultamiento
con
los
que
gusta vestirla
y
revestirla
su
autor.
En
pocas palabras:
sin
la
referencia
a
la
vida
como
el
indiscriminado
ejercicio
de
la
fuerza,
la
genealogía
nietzs
cheana habría pecado
de
inconsistencia.
A
pesar
de
que
esta
idea
pareciera
intentar pedirle
a
la
fi
losofía
de
Nietzsche
precisamente
aquello que
carece,
(en
cuanto
que
ella
elude
concientemente
la
calificación
de
sis
tema),
por
lo
pronto,
la
ausencia
de
una
respuesta
a
la
cues
tión
de
la
vida
en
la
genealogía
foucaultiana
nos
permitirá,
al
menos
por
el
momento,
considerar
sus
diferencias
con
la
teoría
del
poder
de
Foucault.
Para
exigir
que
el
hombre
funde
su
credibilidad
como
hombre, para
educar
al
hombre
como
hombre
de
confianza,
la
moral
occidental
como
moral
cristiana
ha
intentado
mar
car
con
fuego
y
sangre
un
estilo,
una
figura
específica, una
mentalidad,
un hombre
moral
a
costa
de
su
propia
libertad
y
de
su
propia
dignidad
como
hombre.
El
hombre
de
las
promesas
nace
del
dolor
y
del
encarcelamiento
de
sus
capa
cidades
más
sublimes,
o
mejor,
es
un
producto
de
sus
ma
quinaciones mediante
la
introyección
de
la
culpa,
mediante
la
eliminación
de las
incertidumbres,
mediante
la
castración

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