La fuerza de la Ley

AutorRamiro Aguilar Torres
Páginas115-117
La
fuerza
de
la Ley
-
La
fuerza
de
la
Ley
Ramiro
Aguilar
Torres
“Nada
hay
más
despreciable,
ni
peligroso
que
un
malvado
que
cada
noche
se
va
a
dormir
con
la
conciencia
tranquila.
Muy
malo
es eso.
En
especial,
cuando
viene
parejo
con
la
ignoran
cia,
la
superstición,
la estupidez
o
el
poder;
que
a
menudo
se
dan
juntos.”
Arturo Pérez
Reverte
(Limpieza
de
Sangre)
Force
de
loi
Le
“Fondement
mystique
de
1
‘autorité”
el
título original
de
la
obra
de
Jacques Derrida
traducida
como
Fuerza
de
Ley
-
El
fundamento
místico de
la
auto
ridad
1
-
inspira
este ensayo. No
encuentro
otro
título
me
jor
para
empezar
a
discurrir
sobre este
tema;
y
por
ello
lo
tomo prestado.
Después
de
esta
confesión
preliminar,
entremos
en
materia:
uno
de
los
graves
problemas
de
nuestra
sociedad
es
que
reclama
con
insistencia:
disciplina,
autoridad
y
fuerza
en
el
gobierno.
La
debilidad
política
de
los
gobier
nos
de
los
últimos
años
y
la
inseguridad ciudadana por
el
aumento
de
la
criminalidad,
hacen
que
la gente
reclame
un
gobierno
fuerte.
Esta aspiración
generalizada ha
servi
do de
pretexto
para
aventuras
totalitarias
en
Perú
y
Vene
zuela;
y
para extravagancias circenses
como
la
deI
21
de
enero
del
2000
en
Ecuador.
Es
evidente
la
debilidad
de
los
gobiernos elegidos
de
mocráticamente
en
Ecuador.
Esta
debilidad hace
que
en
la
práctica
el
país
sea
ingobernable.
La
anarquía
polftica
ecuatoriana
sazonada
con
mediocridad,
frustración,
picar
día,
fanfarronería
y
fatuidad
nos
ha
llevado
al
extremo
de
haber
perdido
el
Estado
de
Derecho.
En
Ecuador
se
pro
mulgan
leyes
a
borbotones
y
nadie
las
acata, nadie
las
cumple.
La
ley
se
queda
impresa
en
el
Registro Oficial
y
los
ecuatorianos sobrevivimos
como
podemos,
acomodán
donos
a
la
corrupción;
al
abuso
de
funcionarios
públicos
resentidos
y
vagos;
al
desparpajo
de
empleados
privados
vivarachos;
a
la
ingenuidad
extraña
de
militares
politécni
cos
que
creen
en
todo
menos
en
la
Constitución
y
la ley;
a
la
voracidad
de
empresarios
inescrupulosos;
al
miedo
a
la
policía,
a
los
secuestradores,
a
los
ladrones
y
criminales;
y,
a
una
justicia
que
si
no
se
compra,
se
presiona.
Los
otros:
funcionarios públicos, empleados privados,
empresarios,
policías
y
jueces,
competentes
y
honrados
se
van
quedando
en
silencio,
conscientes
de
ser
una
minoría
que
puede
ser
perseguida
e
infamada.
Lo
contradictorio
es
que
el
ciudadano reclame
autori
dad
en
el
gobierno pero
no
acate la
ley.
¿Cómo
explicar
este
fenómeno?
Pascal decía
que:
Es
justo
que
se
siga
lo
que
es
justo;
es
necesario
que
se
siga
lo
que
es
más
fuerte.
La
justicia
sin la
fuerza
es
impotente;
la
fuerza
sin
la
justicia
es
tiránica.
La
justicia
sin
la
fuerza
es
contradicha,
porque
hay siempre malos;
la
fuerza
sin
la
justicia
es
acusada.
Es
menester
por
lo
tanto,
juntar
siempre la
justicia
y
la
fuerza,
y
para
eso
ha
cer
que
lo
que
es
justo
sea
fuerte,
lo
que
es
fuerte
sea
jus
to.
2
La
justicia
sin la
fuerza
es
impotente
y
contradicha,
la
fuerza
sin la
justicia
es
tiránica
y
acusada. ¿De dónde
vie
ne
la
fuerza
de
la ley?
Den-ida
nos
trae
una
cita
de
Mon
taigne
que
aclara
el
asunto:
Las
leyes
mantienen
su
crédito
no
porque
sean
jus
tas sino
porque
son
leyes.
Es
el
fundamento
místico
de
su
autoridad,
no
tienen otro
[...].
El
que
las
obedece
porque
son
justas,
no
las
obedece
justamente
por
lo
que
debe
obedecerlas.
3
He
aquí
el
tema
de
fondo
para
nosotros.
En
Ecuador
se
perdió
el
fundamento
místico
de
la
autoridad.
Yo
diría
más,
al
haberse atomizado
la
organización
social,
se
ejer
cen
actos
de
fuerza
desde
diferentes sectores
que
además
han
construido
todo
un
discurso
para
justificar
la
ruptura
y
el
incumplimiento
de
la
ley.
Frente
a
actos
ilegftimos
de
los
particulares,
el
Estado
debe
aplicar
la
ley
y
sancionar
a
los
responsables.
Pero
¿se
sanciona
a
alguien cuando
se
paralizan
vías;
se
cierran
hospitales,
juzgados
y
escuelas
o
cuando
hay
grandes
fraudes
financieros?
No.
No
se
sanciona
a
nadie.
En
rea
lidad,
campea
la
impunidad
en
todos los
sentidos.
Enton
ces
surge
la
ira
profunda,
esa
sensación
de
soledad
e
im
potencia
del
individuo
común
que
perdió
asu
único
alia
do:
LA
LEY.
¡Que
venga alguien
capaz
de
hacer
cumplir
la
ley,
al
guien
con
sentido
del
poder,
con
autoridad!
Esto
no
es
suficiente,
el
liderazgo
de
quien
ejerza
la
Presidencia
de
la
República
será
inútil
si
no
se
apoya
en
la
fuerza,
no
solamente
en
la
fuerza
pública
si
no en
jue
ces
y
fiscales
-
el
otro
componente
de
la
fuerza
-.
Pero
si

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