Sobre libertad, liberales y libertarios: distinciones entre el liberalismo clásico y el libertarianismo contemporáneo

AutorSebastián Albuja
Páginas70-75
70
SOBRE
LIBERTAD, LIBERALES
Y
LlBERrARIOS
DT1NCIONES
ENTRE
El.
LIBERAUSMO
CL4SICO
Y
EL
IIEERTARIANISMO
CON1tMPORANEO
Sobre
Libertad,
Liberales
y
Libertarios:
distinciones
entre
el
Liberalismo
Clásico
y
el
Libertarianismo
Sebastián
Albuja
Contemporáneo
1.
Introducción
En
las
últimas
décadas,
el
pensamiento libertarianista
ha adquirido
cierto
protagonismo
en
el
mundo académico
y
en
el
ámbito
político
Los
defensores
del
libertarianismo
se
han
autoproclamado
los
verdaderos
herederos
del
libera
lismo
clásico,
y
han
sostenido
que
el
liberalismo
actual
no
plantea
ni
defiende
adecuadamente
las
ideas
fundamentales
del
liberalismo clásico. Para
los
libertarianistas modernos,
el
liberalismo
de
esta
época,
en
todas
sus
variaciones,
dis
torsiona
los
ideales
del
liberalismo
clásico,
mientras
que
el
libertarianismo
entiende
e
interpreta
de
manera precisa
lo
que
el
liberalismo
clásico supone
en
nuestros
días.
En
este
ensayo
cuestiona
y
critica
esta posición
asumi
da
por
el
libertarianismo moderno.
Para
ello,
en
primer
lu
gar,
explicaré
de
manera
breve
la
posición
liberal
clásica
sobre
el
rol
legítimo
del
estado
y
la
autoridad,
propuesta
por
John
Locke
y
John
Stuart Mill,
haciendo
una
breve
re
ferencia
a
la
“Carta
sobre
la
Tolerancia”
de
Locke
y
al
li
bro
“Sobre
la
Libertad”
de
Mill.
Luego
trataré
de
explicar
la
posición
del
libertarianismo
actual
acerca
los
límites
del
poder
y
la
actividad
estatal, haciendo
referencia
a
las
ideas
propuestas
por
Robert Nozick
Sobre
la
base
de
estas
dos
secciones,
trataré
de
argu
mentar
que
la
idea
de
que
el
liberalismo clásico
de
Locke
y
Mill
desemboca
necesariamente
en
el
libertarianismo
ac
tual,
del
cual
Nozick
es
quizá
el
más
sólido
defensor,
es
im
precisa
y
descansa
sobre
premisas
incorrectas. Finalmente,
intentaré
hacer
una crítica
al
argumento
de
Nozick
en
de
fensa
del
“estado
mínimo”
(nightwatchman
state).
La
“Carta
sobre
la
Tolerancia”
de
Locke
y
“Sobre
la
Libertad”
de
Mill
son
dos
piezas
clave
que
contienen
los
argumentos fundacionales
en
defensa
de
la
libertad. Estos
autores parten
de
la
premisa
de
que
la
libertad
es
un
valor
superior
y
que,
por
lo
tanto,
debe
ser
preservada
a
toda
cos
ta.
Es
decir,
Locke
y
Mill
no
se
ocupan
de
explicar
y
de
mostrar,
a
través
de
mecanismos
de
fundamentación
moral,
por
qué
la
libertad
es
un
valor
superior
que
debe ser
privi
legiado
frente
a
otros,
como
por
ejemplo,
el
valor
de
la
co
munidad
o
de
lo
comunal
2
.
Para
estos
dos
autores,
la
mejor
manera
de
proteger
la
libertad
individual
es
determinar
con
precisión
su
alcance
y
sus
límites.
Adicionalmente,
es
im
prescindible
desarrollar
mecanismos
adecuados
para evitar
que
el
Estado
limite
la
libertad.
Sin
estos
mecanismos,
se
ñalan
estos
dos
autores,
el
poder
estatal
necesariamente
violará
la
esfera individual
de
libertad
3
.
II.
Locke:
la
Libertad
y
los
Intereses
Civiles
En
su
Carta,
Locke
desarrolla
la
distinción
fundamen
tal
entre
la
naturaleza
de
dos
instituciones:
las
organizacio
nes
religiosas
y
el
estado.
A
partir
de
esta
distinción,
Loc
ke
estructura
los
límites
que
se
deben imponer
a
la
autori
dad
estatal.
La
primera
parte
de
su
Carta
despliega
argu
mentos
más
bien
religiosos
y
emotivos
para
fundamentar
su
posición
de
que
los
asuntos
religiosos
son
de
competen
cia
exclusiva
de
la
iglesia
4
.
Sobre
la
base
de
estos
argumen
tos,
Locke hace
un
llamado
a
los
encargados
del
poder,
ma
yoritariamente cristianos
en
esa
época:
para
ser
consecuen
tes
con los
ideales
y
valores
cristianos,
deben abstenerse
de
decidir
sobre
las
preferencias religiosas
de
los
individuos
bajo
su
gobierno.
Después
de
esta
argumentación religioso-emotiva,
Locke
adopta
un
método
puramente
filosófico,
por
medio
del
cual
señala
que la
función
del
gobierno
debería estar
li
mitada
a
la
protección
de
ciertos
intereses
civiles
5
.
Tales
in
tereses
civiles
son
aquellos
relacionados
con
la
seguridad
física
y
el
derecho
a la
propiedad.
El
poder
estatal
debe
ser
vir
solamente
para
proteger
tales
intereses. Cualquier
otra
atribución
dada
al
estado,
conforme
a
Locke,
es
innecesa
ria
e
ilegítima.
Debido
a
que
las
creencias
religiosas
son
asunto
pura
mente
individual, siempre
y
cuando
no
violen
las leyes
ci
viles
6
y
los
derechos
de
terceros,
el
estado
debe
abstenerse
de
obligar
a
los
ciudadanos
a
respetar
y
observar
cualquier
religión
particular,
y,
consecuentemente,
no
tiene
la
facul
tad
de
prohibir
la
práctica
pública
7
de
ceremonias
religio
sas.
Locke
argumenta
que
la
fe
no
puede
ser
creada
por
vía
del
mandato
legal
y
del
uso
de
la
fuerza,
puesto
que,
silo
es,
necesariamente
será falsa
e
hipócrita.
La
libertad
para
adoptar
un
credo
religioso
y
practicarlo
en
público
no
es
un
asunto
que
le
concierne
al
estado,
cuyo
ámbito
de
acción
se
1

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