La prensa, entre el espectáculo y la verdad

AutorFabián Corral
Páginas108-113
r
108
LA
PRENSA,
ENTRE EL
ESPECTÁCULO
Y
LA
VERDAD
La
prensa,
entre
Fabián
Corral
B.
el
espectáculo
y
la
verdad
El
conquistador
y
cronista español Pedro Cieza
de
León,
en
La Crónica del
Perú
de
mediados
del
siglo
XVI, dice
que ella
fue
escrita
.. .
al
ver
que
en
todas
partes
por
donde
yo
andaba
ninguno
se
ocupaba
de
escribir nada
de
lo
que
pasaba.
Y
que el tiempo
consume
la
memoria
de
las
cosas,
de
tal
manera
que
si
no
es
por
rastros
y
vías
exquisitas,
en
lo
venidero
no
se
sabe
con
verdadera
noticia
lo
que
pasó.’
Memorias
y
noticias.
Y
también
mucha
fantasía
medie
val
y
caballeresca, mucha
mitología
e
imaginación,
consti
tuyen
los
hilos
argumentales
de
esa
sui
géneris especie
de
periodismo-testimonio
que
se
inauguró
con la
conquista
de
América
y
que
se
conoce
como
Las
Crónicas
de
Indias,
que
son
el
principio
de
una historia,
en
la
versión
de
los
ven
cedores,
cuyo
contraste
y
complemento necesario
está
en
la
visión
de
los
vencidos, con textos como
la
incomparable
Crónica
de
Buen
Gobierno,
de
Guamán Poma
de
Ayala
o
en
los
testimonios
vívidos
y
dramáticos
de
los
informantes
del
padre
Sahagún.
Pero más
allá
de
historias
de
vencedores
y
vencidos,
de
cuyos dramas
nació
América
Latina,
resulta paradójico
y
tal
vez
extraño
que
un
párrafo
escrito
hace quinientos
años,
en
medio
de
los
fragores
de
la
lucha
con
las
huestes incaicas,
salvada
del
olvido
de
entre
los
miles
de
legajos
de
esos
tiempos, llegue
al
siglo
XXI
cargada
con la
frescura
de
las
ideas
que
siguen
inquietando
al
periodismo
moderno:
su
misión
de
ser
el
registro
de
lo
cotidiano,
de
lo
coyuntural
y
también
de
lo
permanente,
porque, como
Cieza
decía,
el
tiempo
consume
la
memoria
de
las
cosas...,
y
además,
con
vertirse
en
un
testimonio objetivo
de
lo
que
el
conquistador
llamó
la
verdadera
noticia
de
lo
que
pasó.
Así,
pues,
me
moria
y
verdad
,
testimonio
y
permanencia,
podrían
ser,
y
de
hecho
son,
dos de
los
referentes
de
esta
tarea
apasionan
te
y
compleja
que
es
escribir
en
los
diarios
y,
por cierto,
ma
nejar una
materia prima
que
está
constituida
por
este
dramá
tico
y,
con
frecuencia,
doloroso amasijo
de
hechos,
versio
nes,
supuestos
y
sorpresas
que
se
llama
la
noticia.
Podría
decirse
que
las
notas
de
prensa,
sus
reportajes
y
opiniones,
nacen
y
mueren
con
la
coyuntura,
que
esa
es
su
circunstancia
y
su
condena,
y
que por
eso
se
evapora
veloz
mente
la frescura
de
una
edición,
que
a
las
cinco
de
la
tarde
ya
parece
papel
viejo,
o
como
la
gente
dice,
periódico
de
ayer.
Pero
esa
es
una
apresurada
e
incompleta
conclusión.
En
realidad,
el
periodismo
serio
ayuda
a
construir
la
memo
ria
colectiva
y
contribuye
a
perfilar
la
conciencia
de
la
co
munidad,
y
eso
implica,
necesariamente,
rebasar
lo
coyun
tural.
Por
eso,
en
el
escenario hipotético
de
un
país
sin
dia
rios,
o
de
un
mundo
sin
medios,
constataríamos
que
seme
jante
amputación
le
dejaría
a
la
sociedad minusválida,
des
provista
no
solo de
materia
informativa,
sino de
los
referen
tes
esenciales para
pensar,
criticar,
crear
y
sustentar
una
for
ma
de
ver
el
mundo.
Así,
pues,
memoria,
imaginario
colectivo,
conciencia
del
pasado
e
intuiciones
sobre
el
futuro
constituyen
parte
de
los
grandes temas que
al
periodismo
le
atañen
y
que
del
pe
riodismo
salen.
Pero semejantes
tareas
necesitan siempre
de
la
calificación
ética
que
fluye
de
la
veracidad,
valor
que
es
uno
de
los
asuntos
de
los
que
me
interesa
hablar
con
uste
des,
porque
a
pesar
de
la
expansión
de
las
capacidades
tec
nológicas
y
de
la
posibilidad
de
llegar
con
la
información
y
la
opinión
al
último rincón
del
universo,
a
pesar
de
eso
que
se
llama
la
aldea
global,
las
guerras
en
que
el
mundo
se
ha
embarcado
recientemente
y
toda
la
parafernalía construida
en
torno
a
ellas,
han dejado evidencias suficientes
de
que
la
veracidad
puede
ser
suplantada por
la
propaganda,
y
que
la
noticia
-su
presentación
e
interpretación,
sus
sesgos-
pue
den
ser
factores
con que
cuentan,
como ficha
fundamental
en
su
ajedrez geopolítico,
los
poderosos
del
mundo,
de
to
das
las
vertientes
ideológicas
y
de
todas
las
confesiones
re
ligiosas.
Porque
la
noticia
no
está
exenta
del
contagio
de
los
fundamentalismos,
incluso cuando
expresa
el
horror
de
la
muerte.
La veracidad,
es
decir,
la
coincidencia
esencial
entre
los
hechos
y
la
palabra
que
los
expresa,
la
articulación
de
los
textos
con
los
límites
y
contenidos
de
la
realidad,
son
con
diciones
necesarias
para
que
la
prensa
se
empape
de
legiti
midad.
Sí,
de
legitimidad
y
de
autenticidad. Porque,
seño
res, de
lo
que
se
trata
es
de
que
el
oficio
de
informar
y
de
crear
opinión
pública
se
someta
a
lo
único
a
lo
que
puede
y
debe someterse:
a
la
ética.
La
ventaja,
en
tal
caso,
es
que
la
exigencia
nace
de
los
propios medios
y
de
sus
principios,
y
no
de
poderes
o
factores externos.
La
desventaja
es
que
las
disciplinas interiores
son
mucho
más
difíciles
de
practicar
que
las
que
vienen desde
la
autoridad
o
la
ley.
Lo
que
pre
mia
el
esfuerzo
de
ser íntegros
en
el
oficio
es
la
credibili
dad,
la
adhesión
de
lectores
que
confían
en
su
periódico
y
que siguen
como
la
sombra
al
cuerpo
a
sus
editorialistas,
columnistas
y
reporteros.
Esto
nos
lleva
a
algo más
complejo:
la
lealtad que
los
medios
le
deben
a
sus
lectores, que
no
significa
hacer
pren
sa
calculando
el
primario
apetito
del
público.
Cuando
se
ha
ce
reportería,
o
escribe una noticia
o
una
nota editorial,
se
cumple
la
mitad
de
la
tarea. La
otra
le
corresponde
al
lector,
quien
se
fonnará
opinión
y
tomará decisiones
importantes
sobre
lo
que
el
diario
dice.
De
allí
que
lo
que
se
entrega
a
quienes
leen
deba
obedecer
a
rigores éticos
que
enmarquen
con
exactitud
lo
que
se
informa
y
cómo
se
informa;
lo
que
se
dice
y
cómo
se
dice.
Escribir
es
entablar
un
diálogo
sui
géneris
en
la
soledad
de
la
escritura,
por
eso,
quien
escribe debe
pensar
siempre
en
el
que
lee.
El
lector
es
el
reto,
el
destinatario
y
el
tribu
nal.
En
él
vive
el
artículo,
el
ensayo
o
la
noticia,
y
no
es
ne
cesario
que
siempre
lo
sea
a
gusto;
a
veces,
lo
escrito
debe
vivir
en
el
lector
a
disgusto,
a
su
pesar,
suscitando
su
discre

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