El presidencialismo constituyente y el Estado constitucional de Montecristi

AutorLuis Fernando Torres
Cargo del AutorDoctor en Jurisprudencia
Páginas429-450
EL PRESIDENCIALISMO
CONSTITUYENTE Y EL ESTADO
CONSTITUCIONAL DE MONTECRISTI
Luis Fernando Torres*
1. LA COLISIÓN DE LA DEMOCRACIA
Y EL CONSTITUCIONALISMO
El Ecuador, junto con otros Estados latinoamericanos, fue víctima de un
peligroso autoritarismo político, que, a fin de evitar sospechas, se instaló, a partir
de 2007, con traje democrático y ademanes constitucionales. En menos de dos
años socavó los fundamentos del Estado social de derecho y de la democracia
representativa,1como paso previo para edificar un especial tipo de Estado consti-
tucional y de democracia, que legitime el ejercicio abusivo del poder, de impulso
al nuevo socialismo mercantilista de tinte bolivariano y contribuya al desarrollo
del proyecto geopolítico del Foro de Sao Paulo.2Utilizó las formas democráticas
ylas armas de la soberanía popular para derribar al Estado social de derecho.
*Doctor en Jurisprudencia, Pontificia Universidad Católica del Ecuador,máster en Gobiernos
Comparados, London School of Economics. Estudios avanzados en Derecho Constitucional
Comparado, Universidad Católica de Lovaina y Lafayette College, USA. Diplomado en Análisis
Económico del Derecho, Law & Economics, Asociación Latinoamericana de Derecho y Econo-
mía y Universidad George Mason.
1. Los valores y principios de la Carta Democrática Interamericana, aprobada el 11 de septiembre
de 2001 por los Estados miembros de la OEA, son insuficientes para interpretar los alcances de
la nueva modalidad de autoritarismo político existente en países como Venezuela, Ecuador,
Nicaragua, Bolivia. Las precisas definiciones de democracia representativa (art. 3) y de Estado
de derecho (art. 2) no son compatibles con los regímenes políticos de estos cuatro Estados.
Dado que solamente los gobiernos pueden activar los instrumentos democráticos de defensa de
la Carta (arts. 17 y 18), resulta que las víctimas del autoritarismo no tienen la posibilidad de
lograr la solidaridad continental.
2. Alejandro Peña Esclusa, El Foro de Sao Paulo contra Álvaro Uribe, Bogotá, Grijalbo, 2008,
pp. 20, 34, 61, 72. “El FSP posee (…) un objetivo común claramente definido: la toma del poder
en Iberoamérica (…) su único discurso consiste en criticar el orden existente: la globalización,
el neoliberalismo, el libre comercio, el imperialismo y los partidos políticos tradicionales (…)
Nunca antes en la historia de Iberoamérica se había perpetrado un fraude político de tal magni-
tud. Cansados de los políticos tradicionales, los pueblos habían elegido a los candidatos del
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Dos grandes paradigmas constitucionales chocaron en el Ecuador, entre el
2007 y el 2008, el del constitucionalismo y el de la democracia.3La batalla fue
ganada, desde un inicio, por la democracia pura, la del pueblo sin controles, la lla-
mada democracia plebiscitaria, alentada por el Presidente de la República. El
gobierno limitado, emblema del constitucionalismo, sucumbió ante una fuerza
con pretensiones revolucionarias. Los controles jurídicos se desplomaron y el país
quedó sometido a los designios de una indescifrable voluntad constituyente, ele-
vada al grado de procedimiento democrático absoluto. Si bien el proceso demo-
crático fue más fuerte que la idea del gobierno limitado, con el colapso del Estado
constitucional la democracia resultó lastimada y perdió sus virtudes metodológi-
cas para garantizar espacios equitativos de competencia electoral.4Al final, sim-
plemente sirvió para revestir, bajo una fachada democrática, de poderes jurídicos
discrecionales e ilimitados al Presidente. La alianza entre el proceso constituyen-
te y la democracia de tipo plebiscitario fue el artificio perfecto para salvar los obs-
táculos establecidos por el ordenamiento constitucional anterior.
Al terminar los dos años del proceso constituyente ecuatoriano resultó que
el poder originario, revolucionario e ilimitado, al que apostó el Presidente para
cambiar el Ecuador, no fue completamente revolucionario ni originario, pues con-
tribuyó, en último término, a consolidar el poder autoritario del grupo gobernan-
te y, además, a pervertir las estructuras jurídicas y políticas, dentro de los límites
del socialismo mercantilista. El modelo económico y político del gobierno encau-
zó la fuerza del poder constituyente, a tal punto que el proceso constituyente se
puso al servicio de un socialismo altamente racionalista y utilitario, cuya lógica
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Foro de Sao Paulo (…) estos presidentes no actúan como jefes de Estado, representando el inte-
rés de sus respectivas naciones, sino como miembros del FSP (…) una de las internacionales
del terror más poderosas y peligrosas del globo (…) se trata de una emergencia continental y
mundial que debe encender las alarmas de todo el Hemisferio y del mundo civilizado”.
3. Antonio Negri, el más lúcido teórico marxista de la política contemporánea, formula un análi-
sis claro de la división de las corrientes jurídicas y políticas desde dos fuentes opuestas: el cons-
titucionalismo clásico y el poder constituyente radical. Antonio Negri, El poder constituyente:
ensayo sobre las alternativas de la modernidad, Madrid, Libertarias, 1994, pp. 28, 29, 51.
4. Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, vol. I, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1987, pp.
13, 32, 55-58. Según el politólogo italiano, “democracia sin calificativo representa la democra-
cia política (…) y la democracia política debe preceder a cualquier logro sustantivo que pida-
mos a la democracia (…) la democracia no es pura y simplemente poder popular (…) tampoco
es pura y simplemente el gobierno de la mayoría (…) el gobierno de la mayoría limitada es una
característica fundamental de la democracia (…) el ciudadano de una democracia representati-
va no pierde su libertad, como pretendía Rousseau, en el instante en que vota, precisamente por-
que puede decidir en cualquier momento cambiar su lealtad de la opinión mayoritaria a la mino-
ritaria (…) los derechos de la minoría son la condición necesaria del proceso democrático
mismo (…) la democracia como gobierno mediante la discusión (…) a medida que las demo-
cracias se desarrollan aumenta la gente que discute y la propia discusión (…) si se exceptúa el
hecho de que (…) ha disminuido de facto la discusión correcta”.
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