Ramiro Díez y el ajedrez. Travieso, este niño amado por los dioses

Páginas54-54
54 AJEDREZ
TRAVIESO, ESTE NIÑO AMADO
POR LOS DIOSES
Siempre se da un primer paso, dice un proverbio, pero
nunca se sabe el resultado cierto de la caminata. Y
así le sucedió a Don Leopoldo, empeñado en que su
hija Nannerl fuera música, como él mismo lo era.
Entonces, mientras la niña recibía sus clases de clavi-
cémbalo, su hermanito menor, que aún no hablaba y
que apenas podía gatear, iba a dormir en la caja de
resonanc ia del instrumento musical. Resultado: aunque
la niña fue buena intérprete, el cerebro que se llenó de
música fue el del niño.
Pero el cerebro de este niño recibía y multiplicaba las
emociones en grado supremo. Y así como era excelso
con la música, sufría de coprolalia, una disfunción que
obliga a la persona a acudir a todo tipo de expresiones
rudas y sucias casi a cada momento. Las cartas de amor
a una prima suya son una colección de intimidades de
rojo intenso en las que no se ahorra ningún sustantivo
o adjetivo irrepetible. Y así era en todas sus comunica-
ciones. Años más tarde le escribía aun amigo: “De mi
cerebro brota la música con la misma facilidad y abun-
dancia con la que una marrana mea”.
Ese jovencito se llamaba Teóf‌i lo (amado por Dios), y lue-
go latinizó su nombre y se llamó Amadeus. El mundo lo
conoce como Wolfang Amadeus Mozart.
De su talento sin límites se podrían llenar libros enteros.
Pero basta un dato: a los catorce años asistió con su
padre a una presentación de la famosa obra Miserere,
cuya partitura pertenecía al Vaticano. Era tan preciada
esta pieza, que el Papa había decretado la excomunión
y la pena de muerte para el músico que diera a conocer
sus notas. Terminado el concierto, aquel niño de catorce
años llegó al hotel y escribió la partitura completa, nota
por nota, de aquella obra para once instrumentos y
distintos grupos corales.
Pero su talento nunca fue apreciado por todos. María
Teresa, la emperatriz de Austria dio órdenes a sus
vasallos: “Andan por ahí un par de vagabundos de
apellidos Mozart, armando ruido. Cuando lleguen a
tocar las puertas de mis castillos, para pedir trabajo,
estréllenlas contra sus narices”. Y el famoso Cardenal
Colloredo, para el que Mozart trabajó varios años, en
la práctica lo tenía secuestrado, porque no lo dejaba
salir a presentaciones en otros lugares de Europa, para
acompañar a su padre.
Y no solo eso: aquello era secuestro con tortura. El Car-
denal obligaba a Mozart a comer en un lugar en el cual,
bajo la mesa, corrían las cloacas del castillo. “Tengo que
taparme la nariz, para poder comer”, contaba Mozart
en una carta. No imaginamos los sustantivos y adjeti-
vos que el exquisito músico reservaba para el prelado.
Acá no es un Cardenal, sino un obispo, (como se lla-
ma al alfil en inglés), el encargado amargarle la
vida al otro.
El negro j uega C6A, jaqu e. Blanco r espond e con TxC. Negro da
jaque con a lfil en 5dam a, y la torre b lanca cu bre el jaque e n 2alfil .
El alfi l negro toma l a torre con jaq ue, y el re y blanco
toma la torr e negra de 2t orre. Ento nces el al fil neg ro
se reti ra con jaque d escubi erto a la casil la 4alfi l,
gana la dama y la par tida.
y el ajedrez
Ramiro Díez

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR